Que se está muriendo, que la estoy matando, que soy un cobarde, que por qué no la salvo. Que si es ella, que sí soy yo cuando no soy lo que soy. Que el hastío esto, que la ambigüedad aquello, que no pero sí, que sí pero no.
Mientras se trepa, profundizando arañazos en las paredes cual fiera enervada, me dice: ''Solías en tus amaneceres enjuagarte la cara taciturno. Hasta las 9, nadie ni nada en el mundo podía sacarte de aquella estupefacción en la que se acomodaban tus huesos. Barajabas las cartas del día porque te apetecía jugar por jugar. Eras malicioso por ingenuo, a diferencia de esos ilusos que se juran amos de la malicia. Ganar por ganar y recortando visión, hombrecillos de papel. Te perdías en las imágenes. Renunciabas a los peniques de oro, pues siempre preferiste los de chocolate. Cada noche te escapabas para sumergirte en las estrellas. ¡Hasta cuando no las veías, te las inventabas! Cada vez que pasaba por el umbral de la puerta, me clavabas la mirada, sonreías y me lanzabas los ganchos. Nada podía hacer yo que no quisiera.''
Seguido, me toma por el cuello y aprieta, como por el pescuezo se sujeta a los pollos antes de concretar grotescas empresas: ''Ahora no. Cambiaste la baraja por recetarios en idiomas que ni siquiera existen. Te tendiste sobre costales de paja sin relicario alguno que apretar en tu puño. On the rocks, sólo bebes on the rocks, y para colmo no vomitas lo peor. Por los días mojas a los gatos, por las noches maldices a tu almohada. Fusilas siempre con tus ojos al reloj en otro lánguido esfuerzo por olvidar el tiempo. Tormentas de arena sin oasis. Y lo más ruin de todo: me das la espalda al dormir.''
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